martes, 27 de marzo de 2018
Quien podía condenarme me Defendió
Marcos 16.10. Las lágrimas representan al corazón, al espíritu y el alma de una persona. Poner llave y candado a tus emociones es enterrar una parte de tu semejanza con Cristo. En especial, cuando llegas al calvario. No puedes ir a la cruz solo con tu mente y no con tu corazón. No funciona así. El calvario no es un viaje mental. No es un ejercicio intelectual. No es un cálculo divino ni un frío principio teológico. Es un momento de emoción que parte el corazón. No te apartes del calvario con los ojos secos y el corazón inconmovible. No te arregles la corbata ni aclares tu voz. No te permitas descender al calvario manteniendo la compostura. Por favor... Haz una pausa. Vuelve a mirar. Son clavos los que atraviesan esas manos. Ese es Dios, el que está en la cruz. Y somos nosotros quienes lo pusimos allí
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