sábado, 30 de marzo de 2019

No tengas temor: su oración Dios la escucho




Zacarías y Elizabeth, eran padres de JUAN el BAUTISTA. Ambos eran descendientes de Aarón (linaje sacerdotal), eso era de gran aprecio y estima en el pueblo de Israel. Su ascendencia genealógica se guardaba con mucho cuidado, pues esto era de gran valor. En el v.7 dice que eran justos e irreprensibles ante los ojos de Dios, y eso no es poco. Ellos habías sabido vivir de acuerdo a la dignidad de sus antepasados. Pero Zacarías y Elizabeth tenían un “pero”, esos que opacan todo lo lindo de la vida, todo lo hermoso.  Esos “pero” que nos hacen sentir con una materia pendiente, que hacen relativo todas las demás cosas: No podían tener hijos. Ella era estéril y ambos eran ya de edad avanzada. Eso opacaba todos los argumentos con los cuales la gente les quería hacer sentir bien.  Aprendamos de esta historia algunos principios espirituales para nuestra vida:


                  NUESTRA CIRCUNSTANCIAS NO SON PARTE DE LA CASUALIDAD.


Quienes hemos aceptado a Jesucristo como Señor de nuestras vidas entendemos que todas las cosas están bajo Su Soberana Potestad y que a los que aman a Dios todas las cosas ayudan para bien. Dios no se equivoca ni reparte mal. Puede ser que no alcancemos a entender los Pensamientos de Dios, que no comprendamos Sus Propósitos, pero eso no quiere decir que estemos expuestos a la arbitrariedad de las circunstancias. La situación que vivían Zacarías y Elizabeth no carecía de Propósito Divino, como nada en nuestra vida viene sin propósito, ni nada sucede fuera del Plan de Dios. La esterilidad de Zacarías y Elizabeth les trajo dolor como matrimonio y vergüenza en una sociedad que discriminaba. No era bien visto en la cultura Hebrea no asegurar descendencia.



Seguro que ellos se habrán preguntado una y mil veces lo que nosotros también nos preguntamos: ¿Por qué a mí? ¿Qué estaré pagando? ¿En qué me equivoqué? ¿Por qué Dios no nos responde? Cuando preguntamos así, sencillamente no estamos dejando que Dios sea Dios, no dejamos que Él rija nuestra vida y lleve adelante Sus Propósitos. Cuando preguntamos así, solamente estamos queriendo nosotros manejar el destino de nuestra vida. Mateo 13:37-38  “Respondiendo Él les dijo: El que siembra la buena semilla es el Hijo del Hombre.  El campo es el mundo, la buena semilla son los hijos del reino”. • Somos semillas en las Manos de Dios. Él quiere plantar nuestras vidas como se planta una semilla • La semilla es enterrada, sepultada. No ve la luz, está bajo presión de la tierra. Todo lo que le rodea parece asfixiarle. Parece que nada podrá sacarla de esa cárcel, de ese encierro. Lo único que ve es tierra acumulada sobre ella, tierra sucia que no le deja ver la luz ni estar en contacto libre con el aire.


La semilla se puede sentir olvidada y maltratada, pero el que siembra sabe que si permanece bajo esas condiciones, en un tiempo establecido, que para cada semilla es distinto, brotará y dará frutos.
La semilla quizás piensa que en un germinador sería más simpático, menos doloroso, menos encierro, en contacto con la luz, con las personas. Pero no hay planta que haya germinado y dado frutos en un germinador, toda planta debe ser enterrada.



Si la semilla permanece fiel en esa condición, si espera el tiempo establecido por Dios, entonces brotará, porque es la Voluntad de Dios que así sea: Yo los he puesto para que lleven frutos.
ZACARÍAS TUVO QUE ESCUCHAR Y ACEPTAR EL MENSAJE DE DIOS:
Dios tiene buenas noticias para nuestra vida aunque a nuestro alrededor todo hable lo contrario. Dios tiene un buen anuncio que darte aunque la gente negativa te diga que todo está mal y se complica hacia delante. Dios envió un ángel a Zacarías y le dijo: No tengas miedo, tu oración ha sido escuchada. Este es el mensaje que Dios ha escogido para tu vida esta semana. Quizás pueda repetírtelo: No debo tener miedo, mi oración ha sido escuchada.


Este mensaje apunta primeramente al corazón. No debes estar temeroso, no debes angustiarte, no debes dejar que las circunstancias dominen tus emociones. En segundo lugar el mensaje apuntaba a la mente.  Dios no se ha olvidado de ti.  Tu oración no está encajonada. Dios sabe como el enemigo de tu alma apunta directo al corazón y a la mente.


Te envía mentiras con forma de dardos de fuego para destruir tus centros neurálgicos. Llenar tu corazón de miedo y de angustia, como tu mente de dudas e incertidumbre. Recordemos que a David lo mandaron a cuidar ovejas porque no se podía esperar de él un Rey. Jeremías no podía asumir su llamado porque no podía aceptar que desde su condición de inferioridad, llamándose a sí mismo “un niño” podría ser profeta a las naciones. De Jesús se dijo ¿Podrá salir algo bueno de Nazareth? La cultura nos condiciona, las personas nos condicionan, pero lo que más nos condiciona es nuestra propia incredulidad, nuestra propia incapacidad de poder creerle a Dios que nuestras oraciones han sido escuchadas.

Pastor HUGO MÁRQUEZ

Dios derrame de Sus Bendiciones sobre tu vida en esta nueva semana.

Manolo Jurczuk


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